ACADEMIA NACIONAL
TOMO LXII DE AGRONOMÍA Y VETERINARIA ISSN 0327-8093
BUENOS AIRES REPÚBLICA ARGENTINA
Disertación del
Dr. Jorge V. Crisci
La barbarie del "especialismo"
en un tiempo de extinciones
Sesión Pública Extraordinaria
del
8 de mayo de 2008
Apertura Sesión Publica Extraordinaria para la
Comunicación del Académico Dr. Jorge V. Crisci, por el
Sr. Presidente de la Academia Dr. Scoppa. 8-5-08
Sres. Académicos
Sras. y Sres.
Debido a su despierta sensibilidad cultural, el naturalista, investigador y
profesor de Botánica, nuestro académico Dr. Jorge V. Crisci, pertenece al ancho
mundo del pensamiento del cual extrae conceptos y enseñanzas que iluminan
las sombras de ignorancia que puedan presentar colegas y alumnos, así como
de todos aquellos que tenemos el privilegio de escuchar sus palabras.
Nuestro disertante de hoy no se detiene en el supuesto brillo de la
información, que parece deslumbrar a las inteligencias mediocres, ni aun en el
conocimiento; Crisci trata de penetrar en el campo de la sabiduría y de allí las
relaciones que establece entre las ciencias que cultiva con las cosas del saber
profundo. Creo que desprecia todo aquello que pueda denominarse
especialización para tratar de entrar en el mundo sin horizontes de la filosofía.
El solo titulo de la conferencia que hoy nos ofrecerá «La barbarie del
«especialismo» en un tiempo de extinciones», ya nos impone la necesidad de
pensar y habla por si solo de lo que seguramente será una inusual profundidad
de pensamiento.
La Academia le agradece esta comunicación y dejémosle la tribuna para
poder introducirnos en lo que seguramente será un saludable ejercicio para la
inteligencia y la meditación.
La barbarie del «especialismo» en un tiempo de
extinciones
Jorge V. Crisci
1- INTRODUCCIÓN
La biodiversidad es esencial para la nutrición y la seguridad alimentaria y
ofrece innumerables alternativas para mejorar el nivel de vida de la humanidad.
En el seno de la biodiversidad nace hace unos 12.000 años la agricultura, a
partir de allí la humanidad ha utilizado para su sustento unas 7000 especies
vegetales y varios miles de especies animales. La unión de la agricultura con la
biodiversidad es estrecha y, al mismo tiempo, vital para la supervivencia de la
humanidad. Esa unión se ve hoy amenazada por las extinciones masivas de
especies como producto de la actividad humana. Esta es la primera extinción
masiva contemporánea con la agricultura.
Para evitar la extinción de una especie, el primer paso es conocerla
científicamente incluyendo en ese conocimiento: ubicación sistemática,
distribución geográfica y ecológica. La sistemática biológica es la que provee
esta información.
La sistemática biológica -centro de gravedad de la biología comparadaes
la disciplina científica que describe, nombra y clasifica a la diversidad de la
vida y sus relaciones y a sus 3.500 millones de años de historia. Por otro lado, la
sistemática biológica es el principio organizador de nuestro conocimiento sobre
la vida y, como tal, fundamenta las hipótesis explicativas y las leyes científicas
de la biología. La sistemática biológica es una disciplina multidimensional que
incluye las siguientes actividades: colección, descripción de especies,
monografías y revisiones, floras y faunas, inventarios, reglas de nomenclatura,
clasificaciones jerárquicas y reconstrucciones filogenéticas (con datos
morfológicos y/o moleculares). Todas estas actividades con la excepción de las
reconstrucciones filogenéticas caen bajo la subdisciplina denominada taxonomía.
Más allá de la importancia que la sistemática biológica tiene como
sistema de referencia de la biología, existe una necesidad indispensable de
completar la descripción de todas las especies en el menor tiempo posible. El
1,7 millones de especies conocidas por la ciencia en la actualidad representan
probablemente menos del 15 % del número real de especies. De las especies
conocidas, se estima que menos del 1 % han sido estudiadas más allá de su
localización geográfica, hábitat y caracteres morfológicos diagnósticos. Al mismo
tiempo, miles de especies (conocidas y no conocidas) están amenazadas por
una extinción inminente.
Si tuviéramos que caracterizar con una sola palabra la época actual de
la sistemática, esa palabra sería «molecular». En todo el mundo se está dando
una innegable tendencia en universidades, institutos de investigación, agencias
de promoción de la ciencia, y revistas especializadas a poner el foco en filogenias
moleculares en desmedro de las áreas taxonómicas. El valor de los datos
moleculares es enorme ya que, por ejemplo, los caracteres moleculares permiten
no sólo reconstrucciones filogenéticas entre taxones cercanamente relacionados
entre sí, sino también entre taxones lejanamente relacionados (por ejemplo
bacterios y mamíferos). Incuestionablemente, somos testigos de una época
extraordinaria donde las moléculas están generando una revolución sin
precedentes en la disciplina. Sin embargo, en el discurso sistemático actual
prevalece una visión molecular extrema y, como consecuencia de ello, un
pensamiento hegemónico; situación ésta que genera lo que podríamos denominar
la barbarie del especialismo molecular.
Esta contribución intenta ser un homenaje al filósofo español José Ortega
y Gasset (1883-1955) quien en 1930, con su singular sabiduría, publicó un
conjunto de ensayos, uno de ellos dedicado a la barbarie del especialismo donde
decía:
«El especialismo, que ha hecho posible el progreso de la ciencia, se
aproxima a una etapa en que no podrá avanzar por sí mismo si no se encarga
una generación mejor de construirle un nuevo asador más poderoso».
Los objetivos de esta contribución son: - Relacionar el especialismo que
se da en la sistemática biológica, con la confusión entre información, conocimiento
y sabiduría, y describir los peligros que este especialismo conlleva en una época
de extinciones masivas de especies.
2- INFORMACIÓN - CONOCIMIENTO - SABIDURÍA: ¿SINÓNIMOS?
No encuentro mejor manera de responder a esta pregunta que recordar
la elocuencia melancólica del poeta anglo-estadounidense Thomas Stearns Eliot
(1888-1965) cuando se preguntaba: « ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido
en conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?»
Vivimos en una época que no sólo olvidó el lúcido pensamiento de
Eliot, sino que cultiva además la sinonimia entre información, conocimiento y
sabiduría.
El universo presenta ante nosotros lo que llamamos hechos, que son
entidades o atributos del universo. Cuando registramos los hechos o hablamos
acerca de ellos, esos hechos se transforman en información.
Cuando la información sobre un determinado grupo de hechos está
organizada, tiene un contexto e intenta comprender los hechos, es conocimiento.
Las distintas áreas de la actividad humana son sistemas de conocimiento en el
sentido arriba mencionado. La botánica, la plomería, la zoología, el periodismo,
la ingeniería, la mecánica, la filosofía, la literatura, la pintura, son todos ejemplos
de sistemas de conocimiento.
Sabiduría es la habilidad de conocer y la voluntad de realizar la acción
apropiada en una situación determinada. Inherente a la sabiduría encontramos
un componente moral, ya que incluye la facultad de juzgar por la verdad, la
bondad y la belleza y la de actuar por la igualdad, la libertad y la justicia. La
sabiduría necesita siempre de más de un área de la actividad humana. Sin
embargo, la erudición no es sinónimo de sabiduría, ya que la sabiduría implica
una valoración diferencial de los conocimientos. Uno puede tener un gran
conocimiento del mundo pero carecer absolutamente de sabiduría.
Que un científico en Escocia haya logrado clonar una oveja es mera
información. ¿Cómo la clonación se lleva a cabo? ¿Qué fundamentos biológicos
están detrás de ella? ¿Cuan lejos en el tiempo estamos de poder clonar un ser
humano? Son preguntas que respondemos con el conocimiento (en este caso
científico). ¿Qué conocimientos necesitamos para evaluar la clonación y sus
consecuencias? ¿Qué políticas tienen que desarrollarse para controlar los
experimentos de clonación? ¿Cuáles son los beneficios y perjuicios que la
clonación trae consigo? Son algunas de las preguntas que sólo se responden
con sabiduría y que exigen la participación de más de un área de conocimiento y
la valoración diferencial de esas participaciones.
Nuestra época no necesita, a mi entender, desarrollar aún más la
ingeniería de la información (cómo generar, almacenar y distribuir más información
y a mayor velocidad) sino aprender a transformar la información en conocimiento
y a éste en sabiduría.
La ciencia, no siempre ha sido una ayuda en esta confusión de
conceptos, ya que a menudo propone un camino fallido a la sabiduría, como lo
es, la exagerada especialización científica. Intento este que, sabiamente, el
escritor francés Roger Caillois (1913-1978) combatió con su alegato en favor de
las ciencias diagonales: «...ciencias que sé superpongan a las disciplinas
establecidas y las obliguen al diálogo».
Escuchemos la voz de Ortega y Gasset respecto a este tema:
«Porque antes los hombres podían dividirse, sencillamente, en sabios e
ignorantes, en más o menos sabios y más o menos ignorantes. Pero el especialista
no puede ser subsumido bajo ninguna de esas dos categorías. No es un sabio,
porque ignora formalmente cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es
un ignorante, porque es un hombre de ciencia y conoce muy bien su porciúncula
del universo. Habremos de decir que es un sabio-ignorante, cosa sobremanera
grave, pues significa que es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones
que ignora, no como un ignorante, sino con toda la petulancia de quien en su
cuestión especial es un sabio».
La petulancia a la que se refiere Ortega y Gasset también había sido
considerada por el poeta Eliot cuando expresó:
«A la única sabiduría a la que podemos aspirar es la de la humildad,
que es infinita».
Es indudable que la hegemonía molecular en la sistemática biológica
esta fundada en gran medida en la confusión entre información, conocimiento y
sabiduría. Incapaces de separar lo que se puede hacer de lo que se debe hacer,
sufrimos de un síndrome de inmuno-deficiencia frente a la tecnología que nos
hace vulnerables a cualquier cosa que pueda ser hecha y muy débil para
preguntarnos, con sabiduría, qué es lo que se debe hacer.
3- LA SISTEMÁTICA BIOLÓGICA Y LOS PELIGROS DE LA HEGEMONÍA
MOLECULAR
Predomina en la sistemática biológica un programa de investigación
donde el nivel molecular recibe mucha más atención que el organísmico. Este
pensamiento hegemónico produce un estado de conformidad con la consiguiente
ausencia de crítica y, al mismo tiempo, restringe la legitimación de los
problemas y métodos y establece las prioridades de investigación, las
oportunidades de trabajo, y la organización de instituciones.
Los peligros que la hegemonía molecular genera no son pocos y entre
ellos podemos señalar: 1. Un énfasis exagerado hacia la reconstrucción
filogenética basada en datos moleculares en detrimento de la taxonomía; 2. un
programa de investigación reduccionista que ignora muchos aspectos de la
biología organísmica; 3. una disminución del trabajo taxonómico, disminución
esta que afecta la conservación de la biodiversidad; 4. un clima intelectual que
margina a aquellos que tienen otros puntos de vista; 5. un régimen de verdad
que distorsiona la realidad y 6 un intento por convertir al científico (y al taxónomo
en particular) en un sujeto calculable.
3.1 Un énfasis exagerado. En los últimos 30 años, la taxonomía fue perdiendo
gradualmente credibilidad entre los científicos. Esta visión de la taxonomía está
basada en conceptos erróneos de cómo trabaja esta subdisciplina. La imagen
de la taxonomía como una rama puramente descriptiva del conocimiento que
sólo consiste en observaciones, está muy difundida y gran parte del justificativo
de la hegemonía molecular está basada en este error. De hecho, la taxonomía
es una disciplina científica que requiere de descripciones, pero también de rigor
teórico, empírico y epistemológico, y de trabajo en el campo y en el laboratorio.
Un taxón, la unidad básica de la taxonomía, es un sistema de clasificación
y como tal es una hipótesis científica sobre el orden en la naturaleza. Como toda
hipótesis científica, el taxón va más allá de la evidencia (observaciones) sobre
las que está basado. Esto es, un taxón tiene mayor contenido científico (por
ejemplo, capacidad predictiva y poder explicativo) que las proposiciones empíricas
que este cubre. Este taxón-hipótesis, una vez que su contenido científico es
puesto a prueba y corroborado, permite a los científicos estudiar aspectos de la
biología más allá de la sistemática (ecología, biogeografía, fisiología
comparativa, morfología comparativa, genética, conservación, etc.).
3.2. Un programa de investigación reduccionista. La sistemática se
enfrenta con varios niveles superpuestos de integración de estructuras y
funciones, incluyendo las moléculas, organismos, poblaciones y especies. El
discurso dominante en la disciplina tiene un fuerte énfasis en el nivel molecular a
expensas del nivel de los organismos. La evidencia de este limitado programa
de investigación incluye los intentos recientes hacia la «molecularización» de la
taxonomía (por ejemplo, código de barras de ADN) usando unas pocas y
seleccionadas secuencias (genes «standard») de todo el organismo para
descubrir, caracterizar y distinguir a las especies, y para asignar individuos sin
identificar a una especie determinada.
La mayor parte de la información (morfológica, anatómica, fisiológica,
citológica, ecológica, etc.) sobre los organismos, que es de interés para
comprender su naturaleza y evolución, está determinada a partir de la información
obtenida del nivel molecular. Sin embargo, es irrecuperable en su totalidad de
los datos comprendidos en el nivel molecular. Tales propiedades emergentes
deben ser estudiadas en forma directa, y un énfasis extremo en el nivel molecular
deja pocos recursos y esfuerzos para la búsqueda de nuevas propiedades al
nivel organísmico.
Escuchemos qué tiene para decirnos Ortega y Gasset en este punto:
«La firmeza y exactitud de los métodos permiten esta desarticulación del saber.
Se trabaja con uno de esos métodos como con una máquina, y ni siquiera es
forzoso para obtener abundantes resultados poseer ideas rigorosas sobre el
sentido y fundamento de ellos».
3.3. Una disminución del trabajo taxonómico. La hegemonía molecular
provoca un claro retraso en el desarrollo de la taxonomía y con ello en la
conservación de la biodiversidad. Este deterioro se ve reflejado en el llamado
«impedimento taxonómico». A través de la Convención de la Diversidad Biológica,
se ha reconocido la existencia del impedimento taxonómico para un manejo
confiable de la biodiversidad. El impedimento taxonómico es el concepto utilizado
para definir los errores y deficiencias en nuestro conocimiento sobre el total de
las especies que existen, la falta de taxónomos y el impacto que tienen esta
situación causa en nuestra capacidad para conservar y utilizar la biodiversidad.
No es un tema menor la formación que se le está dando a las jóvenes
generaciones de sistemáticos con un gran énfasis molecular en detrimento de la
taxonomía. El resultado de una formación desbalanceada es la generación de
«sabios-ignorantes» que conocen profundamente la mecánica de colectar los
datos moleculares y analizarlos con métodos computacionales, pero carecen de
conocimientos taxonómicos profundos del grupo que estudian.
3.4. Un clima intelectual. La sistemática, como toda actividad humana,
tiene un contexto social. La presión de los pares juega un rol significante en
moldear el espíritu de la época. Los científicos sociales han estudiado cómo el
clima de opinión depende de quién habla y quién permanece callado, y describen
este proceso como la «espiral del silencio». Las corrientes de opinión
dominantes o percibidas como vencedoras generan un efecto de atracción
que incrementa su fuerza final. Los movimientos de adhesión a las grandes
corrientes de opinión son un acto reflejo del sentimiento protector que confiere
la mayoría y el rechazo al aislamiento, al silencio y la exclusión. Es más, quienes
se identifican con corrientes que pierden vigencia o no tienen el reconocimiento
mayoritario, tratan de ocultar sus opiniones.
Este fenómeno social es lo que el historiador francés Alexis de Tocqueville
(1805-1859) describió cuando expresó en su historia de la revolución francesa:
«... temiendo más al aislamiento que al error, se unieron a la multitud sin pensar
como ella. Lo que no era más que el sentimiento de una parte de la nación
pareció entonces la opinión de todos, y desde ese momento se transformó en
irresistible hasta para los mismos que le daban esa falsa apariencia». En este
sentido, se ha desarrollado una dinámica peculiar en la era molecular de la
sistemática. Aquellos que están convencidos que los datos moleculares serán
adoptados portados, se expresan abiertamente y, confiados, defienden sus ideas.
Aquellos que están en contra de una hegemonía basada en los datas moleculares
(aunque no contra su uso para la reconstrucción filogenética y otras áreas
apropiadas) se sienten excluidos y permanecen en silencio. El hecho de que
aquellos que no están conformes con la hegemonía actual de las moléculas
estén en silencio, refuerza la falsa impresión de que esta hegemonía tiene un
sostén intelectual y político mayor del que en realidad tiene.
Editores, colegas y administradores (afortunadamente no todos ellos)
aplican en la sistemática un vox populi - vox dei. Esta tendencia lleva a la
comunidad a una amnesia histórica y a una superficialidad que confunde progreso
tecnológico con avances conceptuales.
3.5. Poder y verdad. El pensador francés Michel Foucault (1926-1984)
relacionó a la verdad con el poder cuando expreso:
«Cada sociedad tiene su régimen de verdad, su 'política general de la
verdad': es decir, los tipos de discursos que ella acoge y hace funcionar como
verdaderos; los mecanismos y las instancias que permiten distinguir los
enunciados verdaderos o falsos, la manera de sancionar unos y otros; las técnicas
y los procedimientos que son valorizados para la obtención de la verdad; el
estatuto de aquellos encargados de decir qué es lo que funciona como
verdadero».
La pregunta que surge es ¿quién establece actualmente los tipos de
discursos taxonómicos aceptables para la comunidad científica?
La respuesta a esta pregunta incluye a más de una actor de la política
científica, pero nadie duda que entre los actores principales estén las revistas
científicas de mayor prestigio. Tomemos una de las más famosas, Nature y
veamos su posición respecto a la taxonomía.
Nature en un editorial del 22 julio de 2004 (Vol. 430) estableció, sin
sombra de duda, que la «taxonomyispurely descriptive». Como ya lo expresamos
más adelante, considerar a la taxonomía como puramente descriptiva es uno de
los errores más graves de interpretación de la disciplina y una de los modos
más utilizados para desacreditar a la taxonomía.
Pero aún más grave fue el número de Nature celebrando los 300 años
del nacimiento del naturalista sueco, fundador de la taxonomía, Cari Linneo (1707-
1778). La ilustración de la tapa del 15 de marzo de 2007 (Vol. 446) trae un claro
meta texto (¿mensaje subliminal?), donde se ve a Linneo retornando a su trabajo
de campo, pero en nuestros días. Linneo aparece vestido muy modernamente
realizando un trabajo de colección en el campo, pero en sus manos en lugar de
un organismo tiene un papel con un código de barras. Meta texto de ciencia
ficción muy directo: si Linneo estuviese con nosotros sería un molecular extremo
que adheriría a la hegemonía reinante. Como contrapartida, imaginemos nosotros
por un momento que es posible traer a Linneo a nuestros días, y la primera
visión que tendríamos sin duda sería la de un naturalista, un Linneo con ser vivo
en sus manos, no con un código de barras. Pero más grave aún, en ese mismo
número se publica un artículo de un ecólogo, H. C. J. Godfray, donde expresa
textualmente: « Taxonomy is one of the few subjects (astronomy is another)
where non-professionals can make genuinely important contributions».
Cuando 27 prestigiosos taxónomos de todo el mundo enviaron una
carta a Nature en repuesta al artículo de Godfray, Nature rechazó la publicación
de la carta con el siguiente argumento: « Godfray was really trying to help your
science in a verypositive essay» (Máxime Clarke, Associate editor, Nature). Aquí
conviene recordar las palabras del extraordinario filósofo, matemático y escritor
británico Bertrand Russell (1872-1970), cuando expresó: «El dogmático es
quien, a partir de considerarse en posesión de la verdad, impide la difusión de
las 'ideas erróneas', pues éstas podrían inducir a los demás a la equivocación.
Por ideas erróneas deben entenderse aquellas distintas de las que el dogmático
profesa».
Es obvio que los criterios de verdad aplicados en la política científica de
este momento conspiran contra al taxonomía. ¿Qué hacer? Escuchemos la
respuesta que nos da Michel Foucault a está pregunta:
«A/o se trata de liberar la verdad de todo sistema de poder -esto sería
una quimera, ya que la verdad es ella misma poder- sino de separar el poder de
la verdad de las formas de hegemonía (sociales, económicas, culturales) en el
interior de las cuales funciona por el momento».
3.6. El científico como sujeto calculable: citas vs. taxonomía. En
los últimos años hemos sido testigos del intento de transformar al científico en
un sujeto calculable, donde el logro científico se mide a través de las citas que
sus trabajos obtienen. El factor de impacto (que mide el impacto de revistas), el
índice «h» o el Google Scholar (que miden el impacto de trabajos individuales)
son ejemplos de estas técnicas estadísticas.
Las críticas que esta difundida costumbre ha recibido son serias y
variadas (ver por ejemplo: Peter A. Lawrence, The Mismeasurement of Science,
Current Biology, August 7, 2007:17(15), 583) pero a pesar de ello sigue siendo
utilizada como forma de evaluación de los científicos. Tal vez la crítica más
contundente vino de un reciente informe de la Internacional Mathematical Union,
el Internacional Council of Industrial and Applied Mathematics y el Institute of
Mathematical Statistics. Informe que analiza técnicamente estas medidas y
expresa, entre otras conclusiones, que la objetividad de estas estadísticas es
ilusoria.
Pero dejemos de lado las críticas a la forma de cálculo y vayamos a las
consecuencias de la aplicación de estas políticas a la ciencia:
1) una «economía de mercado» (¿industrialización?) de la ciencia, donde el
número de consumidores del producto determina el valor del mismo;
2) cosificación del concepto «logro científico»;
3) ignorancia de la calidad de la cita (¿fue citado por un aporte original? o ¿por
un error que cometió?);
4) serie lineal de valores (A = 4 significa que es el doble de B = 2: ¿Es A dos
veces mejor científico que B?);
5) números como reflejo de objetividad, donde el cálculo es sustituto del
discernimiento y la precisión es sinónimo de verdad;
6) establecimiento, por parte de las revistas de mayor impacto, de las temáticas
prioritarias de la ciencia «moderna».
Estas graves consecuencias son mucho más graves para los taxónomos,
pues existe la cultura entre los científicos no-taxónomos de no citar a los autores
de las especies que estudian, a pesar que utilizan el poder predictivo de la
taxonomía para su trabajo. El genetista trabajando en el genoma de Drosophila
melanogaster no estudia todos los individuos de la especie sino que estudia
unos pocos individuos y asume que lo hallado se encuentra además en el resto
de los individuos de la especie .Utiliza para ello el poder predictivo del concepto
creado por el autor de la especie. Sin embargo estos científicos no-taxónomos,
raramente citan el autor de la especie con la que trabajan. Veamos ejemplos
concretos de dos especies una animal y otra vegetal, muy utilizadas en genética
y fisiología, y apliquemos el criterio de citas con el Google Scholar (17 de
noviembre de 2008):
Drosophila melanogaster. ................................ 253.000 citas
Johann Wilhelm Meigen (autor de la especie)... 69 citas (¡en total! no sólo las
relacionadas con Dmelanogaster)
Arabidopsis thaliana...........................................141.000 citas
Gustav Heynhold (autor de la especie) ..................... 13 citas (¡en total!)
Pero estos métodos de medición de «logros» a través de la citas no son
más que un reflejo de un culto a la visibilidad que la sociedad de nuestros días
abraza con fervor. Para demostrarlo veamos el caso de las UBM.
UBM significa «unité de bruit médiatique» (unidad de ruido mediático)
y es una marca registrada por la sociedad de estudios de «marketing» TNS
Media Intelligence. Se trata de una unidad que, mediante un cálculo matemático,
permite conocer el impacto mediático creado por una personalidad política, del
mundo del espectáculo, del mundo empresario o de cualquier otra actividad, a
través del número de menciones aparecidas en los medios. No tiene ninguna
importancia que esas menciones sean buenas o malas. Lo que interesa es la
visibilidad de ese individuo, que se mide por la cantidad de tiempo (en radio o
televisión) y de páginas (de prensa escrita) que le fueron consagrados. Eso es
ponderado por la audiencia cotidiana real de unos 80 medios seleccionados. Y
el que más ruido hace, obvio, es el más genial.
Aquí conviene recordar al filósofo romano Lucio Séneca (4 aC-65 dC)
cuando expresó hace ya más de 2000 años: «La sabiduría reside en saber separar
las cosas del ruido que ellas producen».
4-CONCLUSIONES
El valor de los datos moleculares en la sistemática es innegable. Por
otro lado, estar contra la tecnología no tiene más sentido que estar contra el
alimento. Actualmente no podríamos vivir sin tecnología o sin alimentos. Pero
señalar que es muy peligroso comer mucho o comer alimentos sin valor
nutricional no es ser anti-alimento, es sugerir un mejor uso del alimento.
Hay profundos peligros en un dominio estricto de la visión molecular
sobre las restantes tareas de la disciplina. La atmósfera que actualmente rodea
a la sistemática muestra una tendencia a la que los analistas políticos llaman
«amplificaciones incestuosas», una condición donde aquellos que toman las
decisiones sólo escuchan a quienes están en completo acuerdo con ellos,
reforzando un conjunto de creencias y creando una situación que fomenta el
error de apreciación.
La sistemática es una herramienta básica en la conservación de la
biodiversidad, y sólo superando la actual hegemonía podemos esperar que ésta
pueda hacer una contribución real para atenuar uno de los problemas más
serios
que enfrenta la humanidad: las extinciones masivas de especies. Para prevenir
esta catástrofe, será necesario realinear las prioridades siguiendo una agenda
sistemática que asegure un progreso armonioso de la disciplina.
Finalmente, un ejercicio podría ayudar a clarificar nuestros argumentos
sobre la necesidad de una taxonomía buena y confiable para el progreso de la
biología toda. Para la mayoría de nosotros, los fundamentos de toda actividad
intelectual son invisibles porque están tan profundamente embebidos en nuestra
conciencia que parecen comunes y rutinarios. El gran educador y filósofo
canadiense Marshall McLuhan (1911-1980) señaló: «...quien sea el que descubrió
el agua, puedes estar seguro que no fue un pez». La mayoría de las personas no
sólo no está interesada en valorar las cosas fundamentales, no puede siquiera
imaginar la necesidad de hacerlo porque lo habitual es invisible. Para que la
gente pueda valorar algo, se debe hacer que piensen en ello, lo que a su vez
requiere que sea visible para ellos. Una manera de hacerlo es quitarlo
completamente. El aire es literalmente invisible y la gente tiende a ignorarlo hasta
que éste falta. Una manera de hacer a la taxonomía visible sería quitarla de un
proyecto biológico no sistemático (fisiológico, ecológico, morfológico, etc.). Esto
significaría que no habría un sistema de referencia, y por lo tanto no habría
capacidad predictiva o poder explicativo asociado con él, no habría nombres (ni
siquiera para grandes grupos como bacterias o angiospermas) asociados con
las observaciones. Entonces, veríamos si es posible plantear el problema, obtener
resultados y deducir conclusiones.
Quiero cerrar estas conclusiones con la voz de Ortega y Gasset:
«El resultado de este especialismo no compensado ha sido que hoy,
cuando hay mayor número de hombres de ciencia que nunca, haya muchos
menos hombres cultos. Y lo peor es que con esos pachones del asador científico
ni siquiera está asegurado el progreso íntimo de la ciencia. Porque ésta necesita
de tiempo en tiempo, como orgánica regulación de su propio incremento, una
labor de reconstitución y esto requiere un esfuerzo de unificación, cada vez más
difícil, que cada vez complica regiones más vastas del saber total».
5- EPÍLOGO NECESARIO: NUESTRO TIEMPO Y LA ESPERANZA
Quiero comenzar este epílogo también con la voz de Ortega y Gasset:
«Por lo pronto somos aquello que nuestro mundo nos invita a ser, y las
facciones fundamentales de nuestra alma son impresas en ella por el perfil del
contorno como un molde. Naturalmente: vivir no es más que tratar con el mundo.
El cariz general que él nos presente será el cariz general de nuestra vida».
La extinción masiva de especies, la barbarie del especialismo, la
sinonimia entre información, conocimiento y sabiduría, son todas consecuencias
de una época signada por la codicia. Nuestro tiempo, dominado por una codicia
desenfrenada, adora el dinero, la fama (visibilidad), el poder (hegemonía) y los
ídolos de la sangre y posibilita que poderes mediocres y soberbios puedan
destruirlo todo. Es la misma codicia que además nos enseña a trivializar lo
importante y dar importancia a lo trivial.
En los trópicos de América del Sur existe una planta, Bertholletia excelsa,
a la que llaman atrapa monos. Tiene un fruto del tamaño de un ananás, es hueco
y contiene numerosas semillas del tamaño de una almendra. El fruto es duro con
gruesas paredes leñosas y posee la consistencia de un tronco. Los monos colocan
la mano dentro del fruto y toman algunas semillas, al cerrar el puño con las
semillas, la mano del mono no sale del fruto y quedan atrapados y recorren la
selva con esa carga. Sólo bastaría que soltaran las semillas para ser liberados
de la carga, pero no logran asociar la idea de abandonar las semillas para lograr
la libertad. Esta es una excelente metáfora de la codicia que rige nuestro difícil
tiempo.
Sin embargo, la esperanza y el sueño de un mundo mejor están más
vigentes que nunca y se apoyan en la capacidad de las nuevas generaciones
para aprender a liberarse de la carga que nos agobia y sentirse parte, no dueños,
del mundo viviente.
Parafraseando al escritor franco-argelino Albert Camus (1913-1960),
podemos decir que cada generación se siente predestinada a cambiar el mundo
La mía no lo logró y es muy posible que la de los actuales jóvenes tampoco lo
logre. Sin embargo, la juventud tiene una misión mucho más trascendente: evitar
que el mundo se destruya. Herederos de una historia corrompida, en la que se
mezclan las revoluciones frustradas y las ideologías extenuadas, tienen en sus
manos una enorme responsabilidad: defender la vida. Para ello necesitarán de
dos prodigios, un oído finísimo al que no se le escape el menor diapasón de la
época y el de una pasión sin límites por contribuir al progreso y bienestar de la
humanidad.
Se ha dicho que la esperanza viene al mundo en las patas de una paloma.
Si aguzamos el oído acaso oigamos en medio del estrépito de la codicia, la
injusticia social y la violencia, un débil aleteo, un suave bullicio de vida y de
esperanza. Unos dirán que este aleteo está alimentado por un pueblo, otros por
una ideología, otros por un hombre. Yo creo, sin embargo, que está sustentado
en millones de jóvenes, cuyas acciones y obras niegan cada día a la cultura de
la muerte y rescatan el extraordinario momento que 3500 millones de años atrás
hermanó para siempre al hombre con el resto de los seres vivos.